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OPINIÓN A LA PLAZA
domingo, 28 de abril de 2013
jueves, 10 de enero de 2013
EDITORIAL
El día que
se fundó Opinión a la Plaza, llamándose entonces Plaza Republicana, sus
pretensiones no iban más allá de registrar los puntos de vista de una
conversación de bar. Pese a que no se esperaba, en poco tiempo concurrió al
espacio un gran número de visitas.
Desde ese
momento ha habido grandes transformaciones: a menos de un año de haberse
formado, el espacio comenzó a exigir un cambio de nombre, teniendo en cuenta
que el anterior podía prestarse para la ambigüedad, en la medida en que podía
llegarse a confundir con un espacio adherido a posiciones de partidos
republicanos. En esos mismos tiempos Alejandro Arcila se unió al proyecto que
había empezado Andrés Álvarez. No tardó en integrarse Julián Acosta al equipo
de trabajo. La consolidación de un equipo de trabajo más grande permitía una
mayor periodicidad en la publicación de artículos y esto a su vez acarreó un
mayor número de visitas.
Ahora, a los
dos años de creación del blog, éste ha exigido nuevas transformaciones con el
fin de brindar mayor diversidad en los contenidos; así se planteó la necesidad
de invitar a nuevos integrantes, crear nuevas secciones y modificar la
plataforma. Es por eso que hoy comunicamos que este espacio tendrá un receso
mientras se adelantan dichos proyectos.
Aprovechamos
para dar la bienvenida al equipo de trabajo a los nuevos colaboradores que nos
acompañarán en el camino que emprendemos: Sebastián Quintero, Marisol Gómez,
Valeria Álvarez, Ricardo Ospina y Carolina Betancur son las personas que
asumieron éste gran reto. Agradecemos su confianza y disposición para seguir
construyendo esta obra, a ellos, y a todas las personas que en otros momentos
se han animado a escribir para este espacio.
Damos las
gracias también a los lectores que han acompañado con todo el entusiasmo y
constancia éste proceso, que nos han leído, comentado y criticado siempre con
tan buenas intenciones.
El Carmen de Viboral, Enero 10 de 2013
jueves, 3 de enero de 2013
DESPUÉS DE LA ALGARABÍA
Por Marisol Gómez Castaño
Puede ser un asunto de época el evidente
desequilibrio emocional, es decir, el resultado de lo que genera un tiempo que
por tradición se dedica a compartir con las personas queridas, pero que no
necesariamente se cumple al pie de la costumbre. Es, y también es válido, un
tiempo para vivir, compartir, conocer y aburrirse. Tiempo libre, al fin y al
cabo.
Lo que queda después de estos días, y no
lo digo por mí ni por mis cercanos solamente, sino por el montón de rostros que
adivino a partir de la “intuición”… lo que queda, lo que veo, es una multitud
de tristes, desencantados, inútiles e inmóviles, días en vano, depresión pos
alcohol, billeteras débiles y espíritus frágiles (al menos se cumple con alguno
de estos síntomas). Algunos, valientes, seguramente fijan sus esperanzas en el
año que empieza, esperanzas que no serán de gran ayuda cuando el “año nuevo”
esté acabando.
Para los tristes (o las tristes
exactamente), para quienes quedan con el ánimo embolatado después de estos días,
es que escribo este artículo. Las demás, bien pueden dejar de leer estas líneas,
o leerlas y pensar que no es un asunto de ellas, que no les compete, incluso
que no es la realidad: sí, puede ser una estupidez y en fin.
Confieso mi lamento por robarme un espacio
como este hablando de “banalidades”, pero no quiero escribir sobre cualquier
asunto actual menos pasajero; esto es lo que sucede a mi alrededor por estos
días y mal haría en hablar de otras cosas. Además, aprovecho que me fue dada
una total libertad para escribir, y que mencionando a este personaje -Héctor
Abad Faciolince-, puedo causar un dolor de cabeza y herir la búsqueda e
intelectualidad de un par de amigos que no lo aprecian nada… Bueno, debo
decirlo, yo lo aprecio bastante.
Y para volver a esa situación
debilitante, que puede o no ser producto de los días que siguen a la fiesta y
la algarabía, al mismo tiempo que intento unirlo a la escritura de una casi
mujer (Faciolince) desde la experiencia y el conocimiento que tiene de
nosotras, aunque a veces se equivoque, mencionaré que recomiendo para las
agotadas de espíritu el libro “Tratado de culinaria para mujeres tristes”, (los
hombres ya debieron haber huido de aquí algunos párrafos antes).
Quizás no sea la escritura que
recomendaría a las mujeres que tienen la razón tan “avanzada” que han dejado de
lado el sentir –déjenme dudarlo-, pero celebro la manera jocosa en que estas líneas
nos acercan a la tragedia femenina de todos los días, esta escritura nos
infunde un ritual absurdo que no logra apaciguarnos ante el dolor, la culpa, la
espera, la infidelidad, los días de ciclo lunar…
Simplemente, y para mí es suficiente, es
una burla respetuosa frente a la desdicha. Está bien, no diré que es
respetuosa, pero por lo menos acude a un humor negro que disfruto porque me
lleva a la risa, a una risa inteligentemente absurda (a mi modo de ver).
Por si alguien tiene dudas, debo aclarar
que no es ese tipo de escritura que a “muchos” salva o ayuda. Claro que no, de
ser así, quizás lo hubiera descartado con solo saber ese macabro propósito. Se trata
de literatura, sin pretenderme experta en el asunto, porque cumple los
requisitos que le exijo a una obra literaria y finalmente, a cualquier obra de
arte: que tengan la capacidad de involucrarme en lo que se narra, que me
permitan identificarme con algún personaje, alguna acción o algunas líneas bien
logradas y que, sin solucionarme la vida, me permita ahondar en lo que pasa y
lleguen cuestionamientos vagamente inducidos. A una obra literaria, a esta para
no salirme del plano elegido, le tengo respeto y aprecio por permitirme pasar
las páginas al tiempo que pasaba apartes de vida (recuerdos, instantes y deseos
de futuro) de muchas mujeres en diferentes momentos de sus vidas. El libro,
como tal, tiene mi aprecio por ponerme trabas desde un lenguaje juguetón y por
hacerme sonreír con lo casi ridículo de un “ritual” que se dicta a modo de
receta culinaria (para que los hombres “machos” se terminen de excluir de su
lectura, de una buena vez).
jueves, 20 de diciembre de 2012
LA MEDIANOCHE DE LA HUMANIDAD
Por Julián Daniel Acosta G.
En
la película The Watchmen (2009)
plantean la metáfora de un reloj que
funciona como símbolo de la proximidad de la destrucción del mundo, de tal
manera que, cuando el reloj marque la medianoche la autodestrucción de la raza humana y del
mundo con ella, es inminente. De ante mano digo que esta alusión al fin del
mundo no tiene relación con las teorías que en estos tiempos se proliferan como
un virus, no; yo me refiero (y es quizá mi tema preferido y urgente) a la pérdida
paulatina de aquellos valores inmanentes al concepto de humanidad, en mi
artículo pasado La destrucción de lo
humano desde la banalidad artística me referí, quizá dolorosamente, a la
muerte del arte: la muerte de lo humano. Hoy me ocuparé de algo mucho más grave:
El hombre olvidó la piedad, olvidó la armonía, la hermandad y sobre todo,
olvidó coexistir.
Queridos lectores, es increíblemente irónico que mientras Estados Unidos celebra su triunfo en Miss Universo, igualmente moviliza tropas a Libia, que mientras se abren los diálogos de paz en Colombia, las selvas se hastían del olor a sangre, que en El Carmen de Viboral, se colmen las plazas mientras nos engullirnos nuestros sueldos de hambre, mientras las autoridades despojan a un humilde campesino de su mercancía por el hecho de no tener permiso para vender en espacio público ¡que don Bernardo Javier Gaviria Botero se muera de hambre mientras no engorde las arcas de la tesorería municipal! ¿Dónde habrá quedado aquello de servidores del pueblo? Bueno, ellos sabrán. «Panem et circenses» ¡Cuánta razón tuviste Juvenal!
En la época que nos toco vivir, distraer a las masas es mucho más sencillo que hace mil años donde la educación era más escasa; y no solo eso, cuando nos damos cuenta de lo que es la realidad social del mundo, de nuestro país, no nos importa desde que no tenga que ver con nosotros ¿Cómo se explica eso? Desde mi punto de vista, la naturaleza humana es invariable, es la misma de siempre y para siempre, radica principalmente en el egoísmo: a los seres humanos únicamente nos importa lo que concierne a el individuo. Lo importante entonces es expandir aquello que es importante para el individuo, la respuesta entonces es la educación, la sensibilización, el conocimiento del mundo y de la humanidad en él como un organismo: si falla mi vecino, estoy fallando yo mismo. ¡Mierda! Eso jamás va a pasar, porque los pocos que se toman el tiempo para pensar en la sociedad desde una perspectiva filosófica coinciden en la imposibilidad de la salvación de la raza humana, en que es mejor apagar esto: pesimismo absoluto y lo peor, desencantado: poco poético (pueden vincularme a estos pesimistas) y los pensadores que logran asir una solución son tachados de optimistas. Lo que en el mundo seudointelectual de la postmodernidad, es ser estúpido: herencia de Marx.
No he sido del todo sincero, es obvio que las reiterativas alusiones al fin del mundo han influido en mí para escribir estas páginas. Y la verdad es que sí, los rumores han logrado asustarme y no precisamente porque sea un místico ni un esotérico ni un creyente de esas cosas (sin desmeritar a quienes sí lo hacen) sino por otras dos razones: la primera, la he conjurado con verosimilitud, es un pensamiento lógico, pero la segunda es una ficción pero que quizá refleja con mayor claridad (como todas las ficciones) el hondo abismo del ser humano.
La primera razón que suscita mi alarma en el asunto del fin del mundo, es que este puntico azul de la vía láctea está atestado de psicópatas con armas de destrucción masiva (Químicas, Biológicas y Nucleares) producidas a escala con la única intención de propiciar la doctrina del miedo. Lo preocupante es que los susodichos, no escatimarían en dificultades para hacer uso de sus armas con el fin de que coincida con la fecha de los mayas y así iniciar el cataclismo de Damocles del que nos habló García Márquez, “destruir occidente en la fecha propagandística creada por occidente” dirán algunos, no sé.
La segunda razón es casi un ejercicio literario con la cual pienso concluir estas páginas, pero no sin antes exhortarlos, como diría Cicerón, a obviamente no contradecir su propio egoísmo, porque está en su naturaleza, pero sí a añadir al otro a lo que concierne a ustedes, a entender mínimo, su comunidad como un organismo, recuerden los versos de Whitman:
Queridos lectores, es increíblemente irónico que mientras Estados Unidos celebra su triunfo en Miss Universo, igualmente moviliza tropas a Libia, que mientras se abren los diálogos de paz en Colombia, las selvas se hastían del olor a sangre, que en El Carmen de Viboral, se colmen las plazas mientras nos engullirnos nuestros sueldos de hambre, mientras las autoridades despojan a un humilde campesino de su mercancía por el hecho de no tener permiso para vender en espacio público ¡que don Bernardo Javier Gaviria Botero se muera de hambre mientras no engorde las arcas de la tesorería municipal! ¿Dónde habrá quedado aquello de servidores del pueblo? Bueno, ellos sabrán. «Panem et circenses» ¡Cuánta razón tuviste Juvenal!
En la época que nos toco vivir, distraer a las masas es mucho más sencillo que hace mil años donde la educación era más escasa; y no solo eso, cuando nos damos cuenta de lo que es la realidad social del mundo, de nuestro país, no nos importa desde que no tenga que ver con nosotros ¿Cómo se explica eso? Desde mi punto de vista, la naturaleza humana es invariable, es la misma de siempre y para siempre, radica principalmente en el egoísmo: a los seres humanos únicamente nos importa lo que concierne a el individuo. Lo importante entonces es expandir aquello que es importante para el individuo, la respuesta entonces es la educación, la sensibilización, el conocimiento del mundo y de la humanidad en él como un organismo: si falla mi vecino, estoy fallando yo mismo. ¡Mierda! Eso jamás va a pasar, porque los pocos que se toman el tiempo para pensar en la sociedad desde una perspectiva filosófica coinciden en la imposibilidad de la salvación de la raza humana, en que es mejor apagar esto: pesimismo absoluto y lo peor, desencantado: poco poético (pueden vincularme a estos pesimistas) y los pensadores que logran asir una solución son tachados de optimistas. Lo que en el mundo seudointelectual de la postmodernidad, es ser estúpido: herencia de Marx.
No he sido del todo sincero, es obvio que las reiterativas alusiones al fin del mundo han influido en mí para escribir estas páginas. Y la verdad es que sí, los rumores han logrado asustarme y no precisamente porque sea un místico ni un esotérico ni un creyente de esas cosas (sin desmeritar a quienes sí lo hacen) sino por otras dos razones: la primera, la he conjurado con verosimilitud, es un pensamiento lógico, pero la segunda es una ficción pero que quizá refleja con mayor claridad (como todas las ficciones) el hondo abismo del ser humano.
La primera razón que suscita mi alarma en el asunto del fin del mundo, es que este puntico azul de la vía láctea está atestado de psicópatas con armas de destrucción masiva (Químicas, Biológicas y Nucleares) producidas a escala con la única intención de propiciar la doctrina del miedo. Lo preocupante es que los susodichos, no escatimarían en dificultades para hacer uso de sus armas con el fin de que coincida con la fecha de los mayas y así iniciar el cataclismo de Damocles del que nos habló García Márquez, “destruir occidente en la fecha propagandística creada por occidente” dirán algunos, no sé.
La segunda razón es casi un ejercicio literario con la cual pienso concluir estas páginas, pero no sin antes exhortarlos, como diría Cicerón, a obviamente no contradecir su propio egoísmo, porque está en su naturaleza, pero sí a añadir al otro a lo que concierne a ustedes, a entender mínimo, su comunidad como un organismo, recuerden los versos de Whitman:
¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!
de sus preguntas que vuelven,
Del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios,
De mí mismo,
que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
De lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve - ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, Oh, mi yo, Oh, vida ?
Respuesta
Que estás aquí - que existe la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que
puedes contribuir con un verso.
de sus preguntas que vuelven,
Del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios,
De mí mismo,
que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
De lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve - ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, Oh, mi yo, Oh, vida ?
Respuesta
Que estás aquí - que existe la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que
puedes contribuir con un verso.
Segunda razón de mi alarma: he
pensado que la fecha del veintiuno de diciembre del dos mil doce no es otra
cosa que una metáfora de lo que paulatinamente se ha venido presentando, que la
humanidad se ha degenerando y no tiene otro paso lógico que la autodestrucción,
que ya el hombre ha mandado al quinto infierno aquello que lo hace hombre, ya no hay nada que importe para la construcción
de lo humano, que como en el reloj de The
Watchmen nos estamos acercando con nuestros propios pies, por fin y para
siempre a la medianoche de la humanidad: que si Dios no existe hay que temer de
no tener barrera para el desaforado y oscuro corazón humano, que si Dios existe
será tan cruel de no hacer nada mientras miramos suplicantes al cielo, gritando
–sálvanos- postrados de rodillas y con las manos manchadas de sangre y tierra,
Él nos dirá: -no. Como dije es solo una ficción pero intenta revelar lo que para
mí es la mentalidad humana ¡el que tira la piedra y esconde la mano! Y quizá no
habrá cataclismo ¿pero qué importa ya si estamos olvidando ser humanos?
miércoles, 12 de diciembre de 2012
iRELIGION
Por Alejandro Arcila Jiménez
La humanidad
no sólo no ha perdido su capacidad de asombro, sino que al contrario esa
capacidad se ha desarrollado enormemente, los grandes fenómenos, que ya están
completamente explicados y entendidos no sorprenden a nadie ya, sin embargo las
más grandes nimiedades nos llevan como especie al éxtasis enfermizo y de la
misma manera como las explicaciones diferentes a los grandes fenómenos en la
antigüedad generaron disputas, las diferencias sobre las cosas más absurdas
en la actualidad generan una peligrosa pasión desenfrenada por defender a capa
y espada estos asuntos, que de lejos son necesariamente intrascendentes y que,
como en la antigüedad los dioses, no tienen asiento en la realidad sino en una
enfermiza especulación de perfección y desarrollo. No hablo de otra cosa
diferente a la iReligion, a la pasión desenfrenada por Apple.
Yo me declaro
panteísta como lo hizo Einstein, aunque todos sabrán que mi panteísmo al igual
que el de Einstein no es más que un ateísmo disimulado; y como ateo disimulado
no puedo sino ser parco frente a cualquier pasión desenfrenada, soy ateo frente
a Apple también y digo ateo porque la iReligion funciona tal cual el
cristianismo, el judaísmo o el islamismo, no deja de ser una enajenación basada
en supersticiones muchas veces y otras veces en falta de información, y no
podemos decir que los productos de Apple sean productos de mala calidad, todo
lo contrario, sin embargo alrededor de ellos se ha generado tal suerte de
fanatismo que es imposible convencer a un adepto de Apple de que su empresa no
se ha inventado todo, no es capaz de todo y no es la única, no sé si encuentran
la semejanza pero yo si: es exactamente igual que tratar de convencer a un
cristiano de que su dios no se inventó el mundo, de que su dios no es todopoderoso
y de que su dios no es el único, eventualmente la diferencia entre la iReligion
y las Religiones antiguas será que mientras en las segundas la existencia de su
dios y sus súperpoderes son meras especulaciones, en la primera la existencia
de su dios es cierta, pero los súperpoderes que se le atribuyen son en realidad
meras fantasías publicitarias.
Por ejemplo
recordar un asunto como las pantallas táctiles, que Sony usó por primera vez en
1983 y que fueron inventadas en el 71, o los touchpads de los que tanto hablan
los fanáticos que fueron desarrollados y puestos en un PC por primera vez por
la compañía Apollo Computer Inc. En 1982, y que fueron mejorados por la empresa
Psion e introducidos por Cirque Computes, quien permitió que fueran usados por Apple
en sus equipos sólo hasta 1994 cuando pudieron adquirir la licencia. Y el
famoso multitouch del que se vanaglorian los fervientes religiosos que fue
introducido por IBM e inventado por sus ingenieros y no por los de Apple como
juran algunos, IBM ya en los 80 contaba con la tecnología capacitiva que
permitía el multitouch mientras que Apple sólo pudo adquirir la licencia en
2005 y usarla por primera vez en el iPhone que salió en el 2007.
Sin embargo, y
a pesar de todos los datos, tratar de convencer a los usuarios Apple, tan
enajenados como están, de que sus productos no son “superiores” como ellos
piensan y que su empresa fabricante no es la todopoderosa creadora de toda la
tecnología de avanzada existente en el planeta, es tan inútil como tratar de convencer
a un Judío Sionista de que su dios no existe o de que ellos no son “superiores”
a los musulmanes o a los cristianos como piensan.
Y lo decía más
arriba y lo sostengo, no se puede decir que los productos Apple son de mala
calidad, todo lo contrario, son productos con excelentes especificaciones y un
gran rendimiento, pero de ahí a decir que la tecnología que Apple ha
desarrollado es la única y mejor hay un gran abismo. Sin duda alguna en
lo que si tiene la delantera Apple y seguirá teniéndola por mucho tiempo es en
la forma en que hace márquetin y justo en ese punto es en el que radica su
éxito, por un lado, y por otro lado la enajenación de los fervientes creyentes
de la iReligion. Y es muy sencillo, es que Apple no te vende un MacBook con
buenas especificaciones, Apple te vende exclusividad, a ti y a sus otros
millones de compradores en el mundo, cosa que a pesar de resultar
contradictoria, como algunos pasajes del Corán, no es percibida por sus
usuarios alrededor del planeta, como no pueden los creyentes en el Corán
percibir la contradicción en su libro.
Otra cosa en
la que lleva la delantera y la seguirá llevando por muchos años es la capacidad
de privatización del desarrollo, la cantidad asombrosa de pantentes que
registra Apple cada año no se compadece con la cantidad de “desarrollo
tecnológico” real; patentar un rectángulo, un botón con un cuadro en el centro
o una proporción, son, además de absurdas, peligrosas estrategias
publicitarias, que degeneran en un extravagante dominio y monopolio del mercado
que resulta contraproducente, sobre todo para los mismos usuarios de Apple. Así
que Apple no te vende un iPhone, te vende la seguridad de que Samsung no sacará
un equipo similar, porque ha cerrado la posibilidad patentando el rectángulo de
puntas redondeadas y el botón del centro.
Apple no te
vende sólo un iPad, te vende estatus; y no sólo cobrándote sumas elevadas de
dinero por acceder a tecnología que en otras marcas rodea la mitad de precio,
sino también obligándote a comprar accesorios que sólo le funcionan a tu equipo
marca Apple y no a ningún otro aparato, contradiciendo la lógica internacional
de unificación, que han acatado casi todas las empresas productoras de
tecnología con el fin de proteger el medio ambiente, Apple te vende estatus a
costa del planeta, porque mientras que un cargador tradicional te sirve para
cargar tu cámara Sony, tu celular Samsung, tu Tablet Kindle y accesorios como
reproductores de música sin marca o con marca desconocida, el cargador de tu
iPad, sólo te servirá para tus productos Apple.
Apple te ha
vendido una religión, una peligrosa identidad, una exclusividad enfermiza y te
la ha vendido a ti y a los miles de millones de usuarios Apple. Y lo triste de
la iReligión es precisamente su diferencia sustancial con otras religiones, la
iReligion contrario a lo que sucede con las demás religiones no ha enajenado a
los más ignorantes, sino, justamente, a la gente que suponíamos más
inteligente.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
LOS PATRIOTEROS
Por Andrés Álvarez Arboleda
Yo no creo que lo más grave haya
sido, para los colombianos, perder los derechos marítimos que la Corte
Internacional de Justicia entregó a Nicaragua: lo que sí me parece
verdaderamente grave es que entre todo ese sentimiento de patriotismo fantoche
y de nacionalismo vergonzante, nos estén invitando a perder los escrúpulos. Y
no es que los colombianos seamos por naturaleza escrupulosos en el sentido más
técnico de la palabra, es decir, que nos detengamos a pensar sobre la
corrección o justicia de nuestros actos; pero las posiciones que han aparecido en
contra del fallo de la Haya están rayando en la barbarie.
El uribismo fue el primero en
darse golpes de pecho y entregarse con más ahínco a la tarea de agitar a las
masas, con su tono típicamente populista, clamando por que se desacate la
decisión de una corte a cuya jurisdicción se sometió Colombia en virtud de una
serie de instrumentos de derecho internacional concebidos para erradicar, o por
lo menos para restringir definitivamente, la guerra como mecanismo de solución
de conflictos. Este llamado a defender la soberanía colombiana sobre el mar
hasta las últimas consecuencias es una exhortación a las vías de hecho, a
asumir, si es necesario, la acción bélica que con la suscripción de dichos
tratados y la creación de organismos como la Corte Internacional de Justicia se
quería prevenir. Y la guerra, como lo he sostenido en varios de mis artículos,
nunca da la razón a quien tiene los mejores argumentos sino al que se encuentra
en mejores condiciones de aniquilar al otro.
Por supuesto, no me sorprende
que este grupo sea el que más asiduamente proponga el desacato del fallo: al
fin y al cabo, todo su proyecto político está asentado en un discurso
militarista de la seguridad y el orden público. Pero aún hay una razón que pesa
más para que hayan asumido tal posición. En el resultado del fallo, encontraron
la coyuntura perfecta para cohesionar el pensamiento de gran cantidad de
personas bajo sus idearios políticos valiéndose de la exaltación de sentimientos
de grupo como el nacionalismo. No desaprovecharon la ocasión de salir a marchar
y asumir la pose de “adalides del patriotismo” que les diera la autoridad de
señalar al Gobierno de insubordinado e incompetente en salvaguardar las
pretensiones, por cierto mesiánicas, de “continuar el camino” y salvar al país
de la “hecatombe”.
En esta estrategia no hay nada
de nuevo. A lo largo de la historia, la forma más efectiva de manipular a la
gente de un país para que se adhiera a un objetivo determinado ha sido apelar
a asuntos sensibles que despierten los sentimientos de masa: cuántas guerras
internacionales y cuántos enemigos comunes se han inventado para que funcionen
como cortinas de humo y como forma de cohesionar una nación. El ejemplo más
claro nos lo dio la historia cuando Hitler, para conseguir alinear a casi toda
la población alemana bajo su proyecto, presentó a la raza judía como el enemigo
común. ¿Será que en el levantamiento contra la “injusticia” del tribunal o en
una pugna contra Nicaragua encontraron esa causa común que logre alinear a la
“nación colombiana”(en las urnas)?
Debo decir que me asombró fue la
rapidez de estos “adalides del patriotismo” para calificar el fallo de
ridículo, arbitrario y antijurídico cuando ni siquiera todo el equipo de
expertos designado por el Gobierno lo ha terminado de estudiar. A mí esto no
me deja de oler al más descarado de los oportunismos, al oportunismo patriotero.
En todo caso, desacatar el fallo
no es una opción sensata. Que se comience a aceptar la práctica de atender las
decisiones jurídicos del sistema internacional sólo en la medida en que sean
beneficiosas, sería un retroceso de inmensas proporciones en la meta de llegar
por vías civilizadas a la resolución de los desacuerdos y se terminaría de
imponer la ley del más fuerte. Es cierto que hay una gran lista de Estados que
han desconocido los fallos y la jurisdicción de distintos órganos como la Corte
Internacional de Justicia, pero esta razón no confiere ninguna validez para que
el Gobierno haga lo mismo. Todo lo contrario: muchos de esos países infractores,
mírese el caso de Estados Unidos o Israel, son tristemente célebres por su
brutalidad y doble moral en los temas internacionales. Además, yo no creo que
la misma disposición de incumplir el fallo, por injusto que fuera, la
mantendríamos si el litigio no se hubiera desarrollado contra un país pequeño
como Nicaragua sino contra un Estado en posición de superioridad armamentística
y militar como China o Reino Unido.
Ya fue suficientemente
vergonzosa la decisión del Gobierno de retirarse del Pacto de Bogotá, como dijo
el columnista Antonio Caballero, Colombia con esta acción demostró sus modales
de “matón de barrio” cuando ya la leche estaba derramada. También me uno a la
voz de Alejandro Arcila al preguntarse qué legitimidad puede tener un Estado
para someter a los ciudadanos a su sistema de justicia cuando él mismo se
niega a aceptar las decisiones jurídicas que lo vinculan.
lunes, 26 de noviembre de 2012
LA DESTRUCCIÓN DE LO HUMANO DESDE LA BANALIDAD ARTÍSTICA
Por Julián Daniel Acosta.
Ahora, después de haber mandado al carajo mi hilo argumental, desahogando mi dolor contra ese tipejo de cuyo nombre no quiero acordarme (lo único que le falta al malparido es hablar mal del Quijote, que yo sepa…) volvamos al redil: si las expresiones artísticas no cumplen las funciones que he mencionado anteriormente significa que ha dejado de ser esencialmente arte para ser convencionalmente arte. Es decir, que ha dejado de crear conocimiento, de crear universos de sentido, sensibilidades que proyecten lo humano a realidades imposibles pero si verosímiles, que son únicamente aprehensibles a través de la ficción. Y ha dejado de crear "maravilla, genialidad" para ser simplemente un producto genérico, denominado arte porque es producido por un medio artístico ¡pero olvídense de eso, no porque escriban hacen literatura, no porque canten hacen música, no porque se mueven hacen danza, no porque actúen hacen arte dramático! Y lo peor, lo más grave, es que si tenemos vigente la definición de lo humano que he planteado desde un comienzo, significa que si el arte en lugar de ayudar a proyectar el espíritu, lo estanca y lo empobrece, eso nos lleva sólo a una cosa: nuestra capacidad meta-lingüística, en tanto creación con el lenguaje, se está volviendo superflua por lo que nuestra humanidad también sigue ese mismo rumbo: sí señores, tan simple como eso, que el arte se vuelva mediocre no es otra cosa que la muestra palpable de que la humanidad también se está volviendo insoportablemente anodina, ejemplos: 1) Justin Bieber: quien es escuchado por decenas de millones, únicamente porque esas decenas de millones son ratas de laboratorio que cayeron en la trampa del marketing, el tonto ese no canta, no baila, es nada: se dejaron vender la figurita bonita, entonces todo lo que venga de él es bonito… pero ¿saben cómo hicieron eso? Les homogeneizaron hasta los gustos sexuales… 2) Gagnam Style: No tengo la menor idea de cómo se llama el grotesco de mal gusto que hace esta canción ni me importa, lo trascendente es notar cómo un tipo que no tiene una búsqueda artística, en los términos que he definido, logra atraer una suma cantidad de seguidores por hacer el absurdo, inigualable e insuperable ridículo, ¿habrá alguien que pueda sentir algún tipo de atracción amorosa, algún respeto, admiración o simpatía por este bufón de los malos? si hay algo que produce el arte es admiración por quienes lo hacen o al menos lo intentan, ese es un signo sumamente efectivo para ver quien hace arte: la admiración mas no el exotismo: un verdadero escritor no tiene seguidores, tiene lectores, un verdadero cantante no tiene fans, tiene escuchas, un verdadero actor no tiene club, tiene espectadores, y un verdadero pintor, al contario, le faltan orejas (pequeño chiste Van Goghiano). Son dos cosas lo que más me indigna del autor de Gagnam Style: 1) proviene de una de las culturas más críticas al mercantilismo occidental y que promueve en gran cantidad el arte como expresión espiritual, la cultura oriental. 2) que probablemente sea así de tonto y de vulgar intencionalmente, lo que es un insulto para nosotros los occidentales, en especial para sus seguidores: claro que dirá el malparido traducido al paisa “los occidentales son así de superfluos, eso es lo que les gusta a ellos, eso es lo que me va dar plata” ¡él vive de cuenta de la estupidez y banalidad de millones de seudo-personas!
Y tengo más ejemplos: el caricaturesco reguetón, la extravagante de Gaga que no vende música sino escandalosamente bulla, del Walter Riso que sólo deberá producir risas en la comunidad literaria ¡le deshojaron las neuronas! Hay muchos ejemplos pero una única verdad: nos lo merecemos, cada sociedad se merece la calidad de arte que le es ofrecida, porque la sociedad es quien la acepta y en últimas quien la exige con su mediocre capacidad meta-lingüística; sí nos merecemos que cada que canta un tipo de estos, cada que alguien lee el alquimista, nos hagamos menos humanos. Nos merecemos que nos estén robando el único mundo que es realmente nuestro: la ficción, el símbolo, la imagen: el desnudo semántico, nos merecemos que nos vuelvan máquinas, nos merecemos que nos claven la realidad, que nos hagan animales sin proyección estética ni espiritual: nos merecemos que no seamos ya más que un mazacote de carne mediocre.
La
única diferencia realmente perceptible entre los seres humanos y los animales
es la capacidad de la ficción, de la prolongación de la realidad: de elaborar
arte. Sé que muchos detractores seudocientíficos sentirán su ego herido cuando
noten que no he mencionado a la ciencia como expresión distintiva del hombre ¡no
tengan un choque anafiláctico con mis palabras! Sí, la ciencia entra en lo
característico del hombre puesto que es un acumulado de técnicas que se han
vuelto reflexivas, sistemáticas y necesarias, es decir: una techné. Lo cierto es que algo se torna reflexivo sólo a través del lenguaje, llevándonos
a entender la ciencia como un producto del mismo bajo una intención denotativa-nominativa, lo cual no es de mi
interés hoy pues me centraré en una de las
expresiones meta-lingüísticas. Además de esto, aunque la mayoría concuerdan en
que un humano se hace tal sólo por el
lenguaje, yo creo que en realidad es por la capacidad meta-lingüística, es
decir, la reflexión sobre el lenguaje
mismo, la reflexión sobre lo denotativo (cargándolo de diversos sentidos al
punto de tornarlo connotativo) y la creación
a partir del lenguaje (ficción); esto último se vuelve interesante si
entendemos que el lenguaje es la capacidad de representarse el mundo; y por ello una
creación con el lenguaje, (es decir, todo aquello que es ajeno a lo denotativo)
no es otra cosa que una prolongación de la realidad, ficción.
Por
lo anterior, noto que la creación con el lenguaje, aquel procedimiento que se
opone a lo meramente nominativo para crear sentidos múltiples a través de
asociaciones mentales, sí es una característica netamente humana; y si mi intuición no me falla, este concepto de
creación del lenguaje es la esencia de
lo que se define como expresión artística.
Pero
bueno, ¿a qué viene todo este cuento? ¿Qué
importancia tiene que a un güevón (yo) le dé por definir lo humano desde la
expresión artística y entender el arte como una capacidad meta-lingüística
exclusiva del ser humano? Pues muy sencillo mi querido lector, los anteriores párrafos
exponen una teoría que tengo, ahora, a esa teoría le añado un factor un poco
más idealista, quizá renacentista, pero desde mi punto de vista enteramente
verdadero, es el siguiente: el arte,
como expresión humana sublime debe llevar al individuo a descubrir en sí mismo
relaciones entre el hombre y el universo, el arte debe cargar el espíritu de
conocimiento metafísico, sensorial: de sentimientos imposibles en el imaginario
colectivo (realidad) de verdades imposibles en la realidad física, de otros
entendimientos. Es decir, el arte es el único elemento que puede potencializar
a un hombre, que en efecto nos hace la vida vivible y apreciable: claro, la
ciencia nos mantiene el cuerpo y lo estrictamente físico (y obvio, algunos
constituyentes metafísicos) pero el arte nos mantiene el espíritu y no hay humano sin espíritu,
evidentemente tampoco sin cuerpo, pero como ya he referido, son estos
elementos meta-lingüísticos lo que nos distinguen de los de demás seres y por
ende más esenciales en la definición de lo humano. ¿Entonces, qué pasaría si
las llamadas expresiones artísticas no cumplen las funciones que acabo de
mencionar? Eso significa varias cosas:1) que inevitablemente estás en el siglo
XXI 2) Que la homogenización de los ideales a alcanzar por el hombre (felicidad,
buen puesto social, reconocimiento, productividad laboral) ha reducido
sustancialmente el criterio humano, es decir, la conservación de la
heterogeneidad. 3) Que por consecuencia de alcanzar los ideales de (2) el
intelecto del ser humano del común rechaza complejidades que les demande tiempo
entender, produciendo que vean cine vacío, escuchen música estúpida y lean a
Coelho ¡cómo puede existir un tipo tan mediocre que diga que el Ulysses de
Joyce le hizo un daño a la literatura, tiene que estar mal del cerebro, no
mentiras, cuál cerebro: redactor de quinta, a usted no se le puede decir
escritor, destructor de la literatura, castrador de las mentes, feo, estafador,
fantoche, seudo-intelectual, engreído, matasanos corruptor de inteligencias,
asesino de la ficción, asesino de la literatura, tartufo, cretino, incoherente,
ilógico, poco riguroso, y para que quede claro hijueputa y dos mil quinientas
punto cinco veces hijueputa!
Ahora, después de haber mandado al carajo mi hilo argumental, desahogando mi dolor contra ese tipejo de cuyo nombre no quiero acordarme (lo único que le falta al malparido es hablar mal del Quijote, que yo sepa…) volvamos al redil: si las expresiones artísticas no cumplen las funciones que he mencionado anteriormente significa que ha dejado de ser esencialmente arte para ser convencionalmente arte. Es decir, que ha dejado de crear conocimiento, de crear universos de sentido, sensibilidades que proyecten lo humano a realidades imposibles pero si verosímiles, que son únicamente aprehensibles a través de la ficción. Y ha dejado de crear "maravilla, genialidad" para ser simplemente un producto genérico, denominado arte porque es producido por un medio artístico ¡pero olvídense de eso, no porque escriban hacen literatura, no porque canten hacen música, no porque se mueven hacen danza, no porque actúen hacen arte dramático! Y lo peor, lo más grave, es que si tenemos vigente la definición de lo humano que he planteado desde un comienzo, significa que si el arte en lugar de ayudar a proyectar el espíritu, lo estanca y lo empobrece, eso nos lleva sólo a una cosa: nuestra capacidad meta-lingüística, en tanto creación con el lenguaje, se está volviendo superflua por lo que nuestra humanidad también sigue ese mismo rumbo: sí señores, tan simple como eso, que el arte se vuelva mediocre no es otra cosa que la muestra palpable de que la humanidad también se está volviendo insoportablemente anodina, ejemplos: 1) Justin Bieber: quien es escuchado por decenas de millones, únicamente porque esas decenas de millones son ratas de laboratorio que cayeron en la trampa del marketing, el tonto ese no canta, no baila, es nada: se dejaron vender la figurita bonita, entonces todo lo que venga de él es bonito… pero ¿saben cómo hicieron eso? Les homogeneizaron hasta los gustos sexuales… 2) Gagnam Style: No tengo la menor idea de cómo se llama el grotesco de mal gusto que hace esta canción ni me importa, lo trascendente es notar cómo un tipo que no tiene una búsqueda artística, en los términos que he definido, logra atraer una suma cantidad de seguidores por hacer el absurdo, inigualable e insuperable ridículo, ¿habrá alguien que pueda sentir algún tipo de atracción amorosa, algún respeto, admiración o simpatía por este bufón de los malos? si hay algo que produce el arte es admiración por quienes lo hacen o al menos lo intentan, ese es un signo sumamente efectivo para ver quien hace arte: la admiración mas no el exotismo: un verdadero escritor no tiene seguidores, tiene lectores, un verdadero cantante no tiene fans, tiene escuchas, un verdadero actor no tiene club, tiene espectadores, y un verdadero pintor, al contario, le faltan orejas (pequeño chiste Van Goghiano). Son dos cosas lo que más me indigna del autor de Gagnam Style: 1) proviene de una de las culturas más críticas al mercantilismo occidental y que promueve en gran cantidad el arte como expresión espiritual, la cultura oriental. 2) que probablemente sea así de tonto y de vulgar intencionalmente, lo que es un insulto para nosotros los occidentales, en especial para sus seguidores: claro que dirá el malparido traducido al paisa “los occidentales son así de superfluos, eso es lo que les gusta a ellos, eso es lo que me va dar plata” ¡él vive de cuenta de la estupidez y banalidad de millones de seudo-personas!
Y tengo más ejemplos: el caricaturesco reguetón, la extravagante de Gaga que no vende música sino escandalosamente bulla, del Walter Riso que sólo deberá producir risas en la comunidad literaria ¡le deshojaron las neuronas! Hay muchos ejemplos pero una única verdad: nos lo merecemos, cada sociedad se merece la calidad de arte que le es ofrecida, porque la sociedad es quien la acepta y en últimas quien la exige con su mediocre capacidad meta-lingüística; sí nos merecemos que cada que canta un tipo de estos, cada que alguien lee el alquimista, nos hagamos menos humanos. Nos merecemos que nos estén robando el único mundo que es realmente nuestro: la ficción, el símbolo, la imagen: el desnudo semántico, nos merecemos que nos vuelvan máquinas, nos merecemos que nos claven la realidad, que nos hagan animales sin proyección estética ni espiritual: nos merecemos que no seamos ya más que un mazacote de carne mediocre.
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