Por Marisol Gómez Castaño
Puede ser un asunto de época el evidente
desequilibrio emocional, es decir, el resultado de lo que genera un tiempo que
por tradición se dedica a compartir con las personas queridas, pero que no
necesariamente se cumple al pie de la costumbre. Es, y también es válido, un
tiempo para vivir, compartir, conocer y aburrirse. Tiempo libre, al fin y al
cabo.
Lo que queda después de estos días, y no
lo digo por mí ni por mis cercanos solamente, sino por el montón de rostros que
adivino a partir de la “intuición”… lo que queda, lo que veo, es una multitud
de tristes, desencantados, inútiles e inmóviles, días en vano, depresión pos
alcohol, billeteras débiles y espíritus frágiles (al menos se cumple con alguno
de estos síntomas). Algunos, valientes, seguramente fijan sus esperanzas en el
año que empieza, esperanzas que no serán de gran ayuda cuando el “año nuevo”
esté acabando.
Para los tristes (o las tristes
exactamente), para quienes quedan con el ánimo embolatado después de estos días,
es que escribo este artículo. Las demás, bien pueden dejar de leer estas líneas,
o leerlas y pensar que no es un asunto de ellas, que no les compete, incluso
que no es la realidad: sí, puede ser una estupidez y en fin.
Confieso mi lamento por robarme un espacio
como este hablando de “banalidades”, pero no quiero escribir sobre cualquier
asunto actual menos pasajero; esto es lo que sucede a mi alrededor por estos
días y mal haría en hablar de otras cosas. Además, aprovecho que me fue dada
una total libertad para escribir, y que mencionando a este personaje -Héctor
Abad Faciolince-, puedo causar un dolor de cabeza y herir la búsqueda e
intelectualidad de un par de amigos que no lo aprecian nada… Bueno, debo
decirlo, yo lo aprecio bastante.
Y para volver a esa situación
debilitante, que puede o no ser producto de los días que siguen a la fiesta y
la algarabía, al mismo tiempo que intento unirlo a la escritura de una casi
mujer (Faciolince) desde la experiencia y el conocimiento que tiene de
nosotras, aunque a veces se equivoque, mencionaré que recomiendo para las
agotadas de espíritu el libro “Tratado de culinaria para mujeres tristes”, (los
hombres ya debieron haber huido de aquí algunos párrafos antes).
Quizás no sea la escritura que
recomendaría a las mujeres que tienen la razón tan “avanzada” que han dejado de
lado el sentir –déjenme dudarlo-, pero celebro la manera jocosa en que estas líneas
nos acercan a la tragedia femenina de todos los días, esta escritura nos
infunde un ritual absurdo que no logra apaciguarnos ante el dolor, la culpa, la
espera, la infidelidad, los días de ciclo lunar…
Simplemente, y para mí es suficiente, es
una burla respetuosa frente a la desdicha. Está bien, no diré que es
respetuosa, pero por lo menos acude a un humor negro que disfruto porque me
lleva a la risa, a una risa inteligentemente absurda (a mi modo de ver).
Por si alguien tiene dudas, debo aclarar
que no es ese tipo de escritura que a “muchos” salva o ayuda. Claro que no, de
ser así, quizás lo hubiera descartado con solo saber ese macabro propósito. Se trata
de literatura, sin pretenderme experta en el asunto, porque cumple los
requisitos que le exijo a una obra literaria y finalmente, a cualquier obra de
arte: que tengan la capacidad de involucrarme en lo que se narra, que me
permitan identificarme con algún personaje, alguna acción o algunas líneas bien
logradas y que, sin solucionarme la vida, me permita ahondar en lo que pasa y
lleguen cuestionamientos vagamente inducidos. A una obra literaria, a esta para
no salirme del plano elegido, le tengo respeto y aprecio por permitirme pasar
las páginas al tiempo que pasaba apartes de vida (recuerdos, instantes y deseos
de futuro) de muchas mujeres en diferentes momentos de sus vidas. El libro,
como tal, tiene mi aprecio por ponerme trabas desde un lenguaje juguetón y por
hacerme sonreír con lo casi ridículo de un “ritual” que se dicta a modo de
receta culinaria (para que los hombres “machos” se terminen de excluir de su
lectura, de una buena vez).
Felicitaciones a Marisol por escribir este texto y publicarlo en el blog. Probablemente este será el primero de muchos. Nos vemos!
ResponderEliminarMary llegue y no con esfuerzo...tus lineas me trajeron...gracias por compartirnos tus visiones del descalabro....y como dice una cancioncita "pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza." : http://www.youtube.com/watch?v=AVeKR6c5cmc
ResponderEliminarGracias a ustedes por ser cómplices de mi escritura en otros tonos... Ya veremos que otras cosas se vienen. Saludos!
ResponderEliminarUn día me compararon con Abad Facionlince para criticarme y les salió el tiro por la culata, por ser él un personaje que admiro profundamente, fue en este mismo blog y repetiré el comentario de aquel momento glorioso de mi historia personal: "Ojalá yo fuera Abad Faciolince y tuviera un papá tan órdago (luego supe que se decía "de órdago") como Abad Gómez"
ResponderEliminarMarisol, ¿tienes rabia?. Siempre es bueno escribir con las entrañas.
ResponderEliminar¿Te llevaste esa sensación? Escribí este artículo a partir de muchos otros detonantes, no ha sido la rabia esta vez. Gracias por tu aporte y, por su puesto, por tu lectura!
Eliminar¿Te llevaste esa sensación? Escribí este artículo a partir de muchos otros detonantes, no ha sido la rabia esta vez. Gracias por tu aporte y, por su puesto, por tu lectura!
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